La conexión es la clave de la venta

Cuando mis clientes contratan mis servicios tienen claro lo que esperan obtener: 

“Quiero ser auténtico, genuino. Quiero transmitir y conectar con el público. Quiero que mi mensaje sea claro y conciso, emocionar a quien me escucha. Quiero aprender a conectar y empatizar con mis clientes y que sientan la pasión con la que vivo mi trabajo. Quiero ser natural y carismático. Y por supuesto quiero sentirme cómodo hablando en público.” 

¿Te suena? Estoy segura de que tú quieres lo mismo.

En definitiva, mis clientes lo que más desean es CONECTAR con sus clientes para VENDER más y mejor.

Sin embargo, cuando entran en la sala de ensayos donde imparto mis sesiones, su cuerpo me habla a gritos alto y claro. Y el mensaje que me transmite es: “Estoy totalmente desconectado de mi cuerpo y de mi mundo emocional”.

¿Cómo pretendes conectar con tus clientes, si tú mismo estas desconectado de ti mismo? Es imposible. No se puede. Para conectar con los demás, necesitas primero conectar con tu interior.

¿Y cómo me hablan sus cuerpos? te preguntarás. 

El cuerpo de una persona nos dice mucho sobre su personalidad. Su forma corporal, sus tensiones y bloqueos musculares nos dicen cómo piensa, siente y actúa una persona en su día a día. Para un ojo entrenado como el mío es bastante fácil de percibirlo. 

Obviamente yo no tengo todas las respuestas simplemente echando un vistazo al cuerpo de una persona. No obstante, los ejercicios y dinámicas que llevamos a cabo en las sesiones me amplían y me confirman esa información. Y me van dando el mapa de ruta por la que comenzar y continuar con el trabajo.

La gran mayoría de mis clientes comparten una serie de características comunes (hábitos de pensamiento y rutinas de comportamiento). Es por eso, que los malestares de su cuerpo también se repiten en gran medida. 

¿Y cales son esas características comunes?

Son personas entregadas a su trabajo. Son buenos en lo que hacen. Les gusta a lo que se dedican. Por ese motivo son exigentes con su trabajo y con sus resultados.

Son personas que necesitan tenerlo todo bajo control. Llevan varias tareas a cabo al mismo tiempo y las ejecutan de manera eficaz. 

Han avanzado en su carrera profesional gracias al compromiso que han adquirido con ellos mismos y con su entorno (clientes, compañeros…). Se sobrecargan de responsabilidades y les cuesta delegar, ya que opinan que si quieren un buen resultado es más fácil y más seguro hacerlo ellos mismos. 

Son personas especialmente racionales que confían en su cabeza y en las decisiones que toman. Personas en las que se puede confiar y que siempre están dispuestas a ayudar. 

Les gustan los retos, aunque tengan miedo como todos los demás. Están continuamente ocupadas haciendo y organizando cosas y raramente, o nunca, se toman el tiempo de preguntarse qué necesitan o qué les gustaría hacer. 

Apagar fuegos durante toda la jornada es habitual en su día a día, por lo tanto nunca es buen momento para PARAR y ocuparse de su mundo emocional. 

¿Mundo emocional? “Ahora no tengo tiempo, hay otras cosas que debo hacer. Ya me encargaré de eso en otro momento. En realidad yo estoy bien. A mí no me gusta centrarme en las cosas feas, yo me enfoco en lo positivo. Lo pasado, pasado está. Ya lo superé. Y donde no me gusta, no hace falta entrar.” 

¿Te suena de algo esto último? 

Si no paras, si no te escuchas, si no te das permiso para lo que necesitas, si no te preguntas cómo estas, si no conectas con tus emociones y con tus anhelos, va a ser IMPOSIBLE conectar con los demás.

¿Y cómo se traducen estos hábitos de comportamiento en el cuerpo de la mayoría de mis clientes?

Se traducen en gran tensión muscular en la parte de las cervicales, hombros, espalda y pecho. Lo que significa que mente y corazón están desconectados. En este punto, la mente (la razón) ha ganado la partida al corazón (a las emociones). La mente controla todas las decisiones y las acciones, acallando al corazón y sus necesidades en todo momento. 

Con el paso del tiempo, la mente termina por llevar a cabo prácticamente todas las tareas, desconfiando del buen hacer de las otras partes del cuerpo. ¿Un ejemplo?

Cuando la mente toma este roll de “todo tengo que hacerlo yo” la parte inferior del cuerpo, las piernas, se vuelen rígidas y tensas, por orden de la mente, es como si quisieran agarrarse al suelo para no caerse, pues la mente no confía en que las piernas  saben mantener el equilibrio por si mismas. 

La mente, se convierte así en  algo parecido a una “madre desconfiada y controladora” que prefiere hacer todas las tareas de la casa ella sola antes que confiar en que sus hijos sean capaces de aprender a hacer la cama ellos solos.

En consecuencia se convierte también en una madre agotada y estresada totalmente sobrecargada de trabajo y con los hijos y el marido en el sofá. Pues ella no permite que los demás hagan nada, ya que opina nadie lo hará tan bien como lo hace ella.

La gran labor llevada a cabo por la mente de acallar a los sentimientos para que estos no duelan o no molesten, da como resultado un cuerpo rígido, tenso, duro y con poco movilidad. Es decir, un cuerpo inexpresivo, apagado y sin energía.

¿Cómo pretendes conectar con nadie con un cuerpo así?

La rigidez del cuerpo deja los músculos apretados, duros, inmóviles e insensibilizados. Esta rigidez se convierte en una autentica coraza muscular impidiendo que ningún sentimiento entre ni salga a través de ella.

¿Cómo pretendes emocionar al otro si tu no te das el permiso de sentir tus propias emociones?

¿Cómo vas a empatizar con el otro si tú evitas conectar con tu vulnerabilidad?

¿Cómo vas a convencer a otro si tú aceptas lo que pasa por tu cuerpo?

¿Cómo vas a emocionar con tu discurso si no te has preguntado lo que tu corazón necesita?

Es imposible. No es coherente.

Por eso, el primer paso para comunicar eficazmente y con pasión es buscar la coherencia contigo mismo. Y para eso necesitamos hacer espacio a la comunicación en tu cuerpo. Necesitamos aliviar esa tensión y esa rigidez para que, poco a poco, los músculos vuelvan a su estado natural. Y poder así ir abriendo “grietas” en esa coraza muscular, para conectar con las emociones reprimidas y acalladas en tu interior. 

Esa es la única manera. No hay otra. Y yo conozco el camino porque ya he transitado por él. ¿Quieres que te acompañe?

www.lavidaespuroteatro.com

 

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