Mi voz expresa quien soy y habla de cómo estoy.

¿Tienes una voz voz ronca, aguda, entrecortada y en ocasiones inaudible? Este tipo de voz es propia de las personas que sufren de estrés y ansiedad en su día a día. ¿Es tu caso?

Si tu respuestas es afirmativa, es importante que sepas que las situaciones estresantes provocan gran tensión en cabeza, cuello, garganta, laringe y mandíbula y hacen que las cuerdas vocales dejen de trabajar de forma eficiente generando cambios en la calidad de la voz (tono, volumen y resonancia). Además, los músculos de la parte superior del pecho, la espalda y los hombros se contraen dificultando el mecanismo de la voz.

Es decir, bajo estrés, toda la musculatura que interfiere en el ejercicio del habla queda contraída entorpeciendo la libre circulación del aire, la producción del sonido y la articulación de la palabra.

En estos casos el habla se vuelve ansiosa, agitada, rápida y tiene escasas variaciones tonales, pudiendo provocar lesiones en las cuerdas vocales.

Cualquier profesión asociada al estrés y el uso de la voz puede derivar en fatiga vocal o disfonía.

La voz es la mejor herramienta con la que cuentas como orador y forma parte de tu tarjeta de presentación. Tu voz es es reflejo de tu personalidad. Es el espejo de quién eres y el reflejo de cómo estas (seguro, nervioso, entusiasmado, asustado, avergonzado etc.).

Quieres lograr la atención de tu interlocutor cuando hablas, ¿verdad? Quieres que te escuche, cautivarlo con tu mensaje, persuadirlo con tu discurso e influir en sus decisiones, ¿me equivoco?

Pues para lograr todo eso que deseas, empieza por proteger tu voz del estrés y la tensión a la que estas sometido todos los días.

Una voz “enferma” es habitual en personas nerviosas, con conflictos personales o familiares, que trabajan bajo gran presión laboral y que hablan de forma atropellada (en ocasiones con voz ronca). 

¿Te suena de algo?

La fatiga vocal o disfonía es muy habitual hoy en día pero, normalmente, no se le presta la atención que merece. Estas alteraciones en la voz, suelen deberse a:

  • Problemas emocionales; si eres una persona que somatiza su estado de ánimo y sus preocupaciones es muy posible que sufras de laringitis. Esta disfonía provoca la perdida de la voz de manera repentina, durante la noche o tras un resfriado. Para su tratamiento, es importante identificar y eliminar la causa de la tensión.
  • Una mala técnica vocal; gritar, carraspear, hablar demasiado alto, demasiado bajo o toser muy fuerte son hábitos muy nocivos para tus cuerdas vocales. La mala técnica vocal afecta sobre todo a quienes tienen la voz como herramienta principal de trabajo; profesores, locutores, teleoperadores y personal de atención al público. Es importante tratar este problema, ya que interfiere en el buen desempeño laboral y supone un peligro para la salud física y mental de quien lo padece.
  • Falta de control fono-respiratorio. Una mala respiración puede ocasionarte problemas en la emisión de la voz. Respirar por la boca daña las cuerdas vocales, ya que el aire entra frío y contaminado. Lo recomendable es respirar por la nariz, ya que esta puede filtrar las sustancias nocivas y la humedad del aire que respiras.
  • Las alergias y algunas infecciones víricas también pueden provocarte disfonías.

 

Una número importante de mis alumnos confiesan sobrellevar bien el estrés, no se consideran personas especialmente nerviosas e incluso su entorno profesional se sorprende de lo bien que llevan trabajar bajo presión y lo tranquilos que aparentan estar.

Sin embargo, estos mismos alumnos me comentan que sufren de bruxismo; un hábito involuntario que hace que aprietes la mandíbula fuertemente haciendo rechinar los dientes mientras duermes (consecuencia directa del estrés, la ansiedad y la agitación emocional).

Lo cual me lleva a la siguiente conclusión; estamos tan acostumbrados y tenemos tan normalizado el hecho de trabajar bajo presión, sobrellevar es estrés, etc. que nos hemos habituado a él y en ocasiones ni siquiera somos conscientes de padecerlo. ¿No es terrible y preocupante?

Recuerdo la época en la que trabajaba por cuenta ajena y en las entrevistas de trabajo nunca faltaba la pregunta “Qué tal llevas trabajar bajo presión”. Me parecía normal que me hicieran esa pregunta. Las empresas quieren saber cómo vas a responder cuando las fechas de entrega se amontonan, cuando los clientes llaman enfadados o cuando hay que meter horas extra en la oficina.

A día de hoy la pregunta me resulta de todo menos normal. ¿Porqué tenemos que trabajar bajo presión? ¿Porqué tenemos que sobrellevar el estrés? ¿Acaso no sabemos las graves consecuencias que este tipo de actividad puede tener en nuestra salud?

Si las empresas prevén que una sola persona no va a sacar el trabajo en 8 horas, tendrá que plantearse la posibilidad de contratar a un segundo empleado, digo yo. Ya sé que la realidad es bien diferente. ¿Pero de verdad tiene que ser así?

En fin, no voy a explayarme más en este tema porque podría escribir otro libro sobre ello.

Volvamos al problema del bruxismo. 

Me gustaría que supieras que si sufres de dolores recurrentes de cabeza y cervicales, así como de oídos, hombros o mandíbula, puede que tú también padezcas de bruxismo. Si sospechas que puedes sufrirlo y aun no ha sido diagnosticado te aconsejo que acudas a tu médico y tu dentista.

La manera más eficaz de paliar los efectos nocivos del bruxismo son hacer yoga, usar técnicas de relajación mediante la respiración, darte un masaje o un baño, leer o escuchar música antes de dormir y masajear la zona muscular mandibular.

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